En la Fundación Mott, muchos de nosotros hemos escuchado el relato sobre la fundación de CIVICUS de la boca de nuestro presidente, Bill White, quien recuerda con cariño cómo hace tres décadas se encontraba sentado en un aula poco iluminada, concibiendo junto con otros líderes de la sociedad civil un plan para crear un nuevo movimiento mundial.
Era una época llena de optimismo y oportunidades para la sociedad civil. El Muro de Berlín había caído y cada vez más países abrazaban la democracia en todo el mundo. Aunque estos líderes visionarios no sabían exactamente lo que iban a crear, sí que se dieron cuenta de que el mundo se hallaba en una encrucijada y aprovecharon el momento para dirigirlo en la dirección adecuada.
Las personas que se hallaban en esa sala imaginaba una alianza capaz de reunir a la sociedad civil y de diseminar los principales ideales de la democracia. De aquella reunión nació CIVICUS. Hoy, veinticinco años después, esa historia nos vuelve a la memoria cuando vemos oscilar el péndulo hacia el otro lado. La democracia y la sociedad civil están sometidas a una gran presión y en muchos países se encuentran seriamente amenazadas.
Una vez más, nos encontramos ante otra encrucijada, que si bien resulta bastante problemática, no nos es desconocida.
La situación es problemática porque no anticipamos el alcance de la crisis democrática que estamos viviendo en todo el mundo. Sin embargo, nos es familiar porque nos recuerda cuales son los las bases de una sociedad civil sana: ciudadanos comprometidos, informados, inspirados, con las herramientas y los recursos para llevar a cabo los cambios necesarios dentro de sus sociedades y comunidades. Al igual que en la década de los noventa, cuando nació CIVICUS, los donantes y las demás personas que trabajan en la sociedad civil deben responder con pasión, entusiasmo, visión y redescubrir aquellos elementos capaces de hacer que la democracia prospere.
La Fundación Mott tomó en consideración su propia respuesta a estos nuevos desafíos en su último plan de subvenciones para la sociedad civil. Nos basamos en lo que hemos aprendido durante los últimos veinticinco años trabajando en las democracias emergentes de Europa central, Europa del este y en Sudáfrica, así como en nuestro trabajo de larga data en Estados Unidos apoyando al sector filantrópico y sin ánimo de lucro.
He aquí algunas de las lecciones clave que nos ayudaron a la hora de diseñar nuestra nueva estrategia:
- Los valores y principios importan. Un espacio cívico saludable es, ante todo, el reflejo de valores profundamente arraigados en una sociedad: la libertad de expresión, de reunión y de asociación; el imperio de la ley; y el respeto de los derechos humanos. Todos ellos han de reforzarse tanto desde el poder como desde las bases,
- Unas instituciones fuertes son fundamentales para preservar el espacio cívico y proteger los principios democráticos. Las elecciones no bastan. Demos apoyar a todas las organizaciones de la sociedad civil solidas, a las principales instituciones democráticas, a los medios de comunicación libres y la independencia del poder judicial.
- Siempre habrá dificultades y quejas; el verdadero desafío consiste en saber cómo gestionarlas y abordarlas. Los ciudadanos deben ser capaces de dar forma a sus propias respuestas y de actuar para resolver sus problemas a nivel local, nacional e incluso internacional. Cuando los ciudadanos no actúan o bien no pueden hacerlo, líderes autocráticos u otros grupos con planes que no reflejan o incorporan el bien común ocupan el espacio cívico.
- La sociedad civil debe estar a la vanguardia de la revolución digital, no a su merced. La tecnología digital ha transformado la forma en que nos comunicamos, participamos e intercambiamos información, y está cambiando profundamente la democracia y la sociedad civil, así como la forma en la que realizamos donaciones y apoyamos causas e iniciativas, realizamos reivindicaciones y movilizamos a las comunidades. Debemos reinventar la democracia con una comprensión plena y con una visión de futuro de la revolución digital que se está operando en nuestras sociedades.
- Las alianzas son esenciales. Nuestro trabajo nos ha enseñado lo que pueden logar las alianzas. Hemos trabajado durante años en la creación de iniciativas conjuntas y para fomentar la colaboración en todos los niveles de la sociedad civil para así promover la innovación y la solidaridad a la vez que trabajamos en contextos difíciles o restrictivos.
Con estas lecciones en mente, nos concentramos en áreas que se basarán en acciones iniciadas previamente por la Fundación Mott y que nos permitirán abordar algunas de las preocupaciones más apremiantes de hoy. Nuestro trabajo se centrará en revitalizar y proteger el espacio para la participación cívica, ayudar a las fundaciones comunitarias a construir lazos más fuertes dentro de las comunidades locales y aumentar las capacidades de todas las personas para comprender, utilizar y dar forma a las leyes que les afectan.
Queda mucho por hacer y, aunque vivimos en tiempos de incertidumbre, deseamos fervientemente renovar nuestro compromiso con el propósito común que compartimos con todos aquellos que trabajan en este sector. Hoy, debemos hacer frente al mismo reto al que se enfrentaron aquellos que se reunieron en ese aula poco iluminada y que crearon CIVICUS hace casi tres décadas. Formaban parte de la vanguardia que ayudó a inaugurar una sociedad civil nueva y abierta. Ahora una nueva vanguardia debe reinventar, redescubrir y revitalizar la sociedad civil para llevarla hacia adelante, hacia el futuro.
Shannon Lawder es la directora del programa de la sociedad civil de la Fundación Mott. Sígalos en Twitter a través de su cuenta @MottFoundation.
Este artículo forma parte de una serie para celebrar el vigésimo quinto aniversario de CIVICUS y proporcionar perspectivas e ideas sobre la acción ciudadana en todo el mundo.
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