Las ONG lo están pasando mal. A medida que los Estados conciben nuevas estrategias para silenciar la oposición, las organizaciones no gubernamentales (ONG) necesitarán un cambio de mentalidad para sobrevivir durante los próximos 25 años. ¿Qué podemos aprender de los movimientos sociales?
En 1971, el poema de Gil Scott-Heron afirmaba: «[...] no podrás quedarte en casa hermano; no podrás enchufar, encender y desenchufar. La revolución no sera televisada». Años después de que la frase ganara popularidad, Scott-Heron comentó durante una entrevista que su poema buscaba destacar que las cámaras nunca pueden captar las revoluciones porque estas comienzan con un cambio de mentalidad.
En 2018, estas sabias palabras siguen siendo verdad. A medida que aumentan las incógnitas en cuanto a su relevancia, se está produciendo un cambio tanto para las ONG internacionales como para las locales. Si bien en los últimos 25 años se ha registrado una explosión en su número, sigue habiendo dudas sobre el papel de las ONG en el impulso de un cambio social significativo. Dichas dudas van desde la conexión con sus bases, hasta la rigidez de sus estructuras operativas, las cuales son un blanco fácil para Estados agresivos. Además, también existe preocupación por el riesgo de que sean absorbidas por un sistema de gobierno mundial ineficaz. Las ONG están pasando por un mal momento. En este entorno cada vez más hostil, ¿qué pueden aprender las ONG de los movimientos sociales en cuanto a su capacidad de adaptación?
Desde el momento en que CIVICUS comenzó a analizar los últimos 25 años, una tendencia apareció de inmediato. El auge y la importancia de las ONG han sido objeto de una serie de restricciones por parte de los Estados que intentan silenciar a estos críticos profesionales. Un vistazo al Monitor de CIVICUS pone de manifiesto la gravedad del problema, ya que sólo el cuatro por ciento de la población mundial vive en países con un espacio abierto para la sociedad civil. Aunque este porcentaje parezca chocante, no debería sorprendernos. Los datos sobre las restricciones contra la sociedad civil entre 1994 y 2004 muestran un aumento constante de la agresión de los Estados contra las ONG independientes. A medida que las ONG crecían y desempeñaban un papel vital, obligando a los Estados a rendir cuentas, rápidamente se encontraban en su punto de mira.
El Monitor de CIVICUS muestra las restricciones como una versión dinámica del juego dinámico del gato y el ratón, entre los agitadores y los Estados. Tanto la sociedad civil como el Estado buscan adelantar y vencer al otro bando en un ciclo de agitación, represión, adaptación y concesiones tácticas. La verdad es que los movimientos sociales se encuentran en una mejor posición para jugar a este juego. A menudo esos movimientos son dirigidos por una parte de la sociedad que se siente agraviada y tienen la flexibilidad y la motivación para adaptarse rápidamente. Sin otro objetivo a largo plazo que un cambio de política sustancial, la determinación tenaz de estos grupos fomenta la innovación. Sus estructuras fluidas también atraen a muchos creando flotillas donde luchas dispares pueden unirse en pos de un cambio político. Su gran número de simpatizantes generan un impulso que permite una rápida movilización, adaptación y participación.
Sin embargo, incluso en este contexto hostil, las ONG siguen luchando entre ellas por los escasos recursos provenientes de los donantes internacionales. Envueltos en la lucha por puestos de gran importancia, estos campeones profesionales del cambio social enmudecen con rapidez frente al poder. Con demasiada frecuencia las ONG eligen métodos anticuados y en gran medida ineficaces para la defensa de sus intereses, en lugar de obstaculizar los procesos a los que se oponen. Mientras tanto, a pesar de las dificultades, millones de personas participaron en la revolución de las velas y forzaron la destitución de la presidenta y de sus compinches en Corea del Sur. En Armenia, manifestantes decididos salieron a las calles de Ereván para encabezar así un cambio de régimen pacífico dentro del país. En Zimbabue, los activistas del movimiento #ThisFlag utilizaron espacios en línea para movilizar el apoyo de las masas contra el mal gobierno y la crisis económica.
Mientras tanto, CIVICUS ha contribuido al desarrollo de movimientos sociales, como Africans Rising, un movimiento panafricano de individuos y organizaciones que trabajan por la paz, la justicia y la dignidad que nació como el Centro de la sociedad civil africana en 2015. CIVICUS fue un socio clave y contribuyó a poner en marcha el movimiento. Desde el año pasado el centro africano de Innovación para el cambio colabora con Africans Rising.
En lugar de convertirse en un elemento central de muchas reivindicaciones, las ONG se han convertido en observadores y se han quedado al margen. Entonces, ¿qué pueden aprender de los movimientos sociales? A pesar de que muchas voces dentro del sector de las ONG piden una mayor colaboración con los movimientos sociales, fomentar relaciones significativas y equilibradas entre estos dos grupos supone un desafío evidente. Dada la disparidad de culturas organizativas y la pluralidad de las exigencias, el riesgo de fagocitar y desnaturalizar los movimientos sociales debería incitarnos a la cautela. En su lugar, debemos centrarnos en la radicalización de las ONG antes de que el espacio de la sociedad civil, tal y como lo conocemos, sucumba a la agresión estatal. Las ONG necesitan aprender a adaptarse para seguir siendo relevantes y deben luchar por su supervivencia.
Las ONG pueden aprender de las tácticas y métodos de los movimientos sociales, especialmente cuando deben hacer frente a la represión. Necesitamos hacer un mejor trabajo para llegar a sectores más amplios de la sociedad, para contar nuestra historia y para ser relevantes para tantas personas como sea posible. Las ONG también deben ser más creativas a la hora de adaptarse y ejercer presión allí donde sea necesario. En lugar de perseguir objetivos limitados y tecnocráticos, debemos ser más valientes a la hora de buscar nuevas vías para ser flexibles, dinámicos y abiertos a las necesidades de las bases. En lugar de luchar por una posición en un sector saturado, todos deberíamos aprender cuando dar un paso atrás y cuando complementar el trabajo de otras ONG. No necesitamos competir como las empresas en busca de beneficios.
Los movimientos sociales no tienen líderes, son impredecibles y dinámicos. Las estructuras horizontales permiten la participación de todos los estratos de la sociedad, dificultando así su represión y difamación. En este contexto, las ONG deben actuar de mejor manera.
Como nos lo recuerda las palabras de Gil Scott-Heron, la revolución comienza con un cambio de mentalidad. El vigésimo quinto aniversario de CIVICUS constituye un momento de gran importancia para reflexionar sobre la idoneidad de las ONG en un mundo cada vez más hostil. La revolución sólo comenzará cuando los grupos constituidos formalmente, como las ONG, sean capaces de aprender de otros sectores de la sociedad civil. Y no al revés. Las ONG deben cambiar, aprender a adaptarse o morir.
Dominic Perera es el responsable del proyecto Monitor de CIVICUS.
Este artículo forma parte de una serie para celebrar el vigésimo quinto aniversario de CIVICUS y proporcionar perspectivas e ideas sobre la acción ciudadana en todo el mundo.
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